viernes, 8 de julio de 2016

NOCHES DE CUENTOS

NOCHES DE CUENTOS
Cuando era pequeña, viajaba con mis padres a una vereda llamada Quirbaquirá en Boyacá Colombia, cada vez que teníamos vacaciones disfrutamos en la casa de mi abuelita, era una casa de adobe y paja, no tenía luz, el agua debíamos traerla desde el pozo.

Con mis tres hermanas corríamos por los grandes pastizales, nos bañábamos en las aguas frías y cristalinas de la quebrada, hasta cuando los dedos de las manos se nos arrugaba del frío y la cabeza nos doliera.

Eran tiempos de coger moras silvestres endulzadas con miel de caña, eran deliciosas. También alimentamos a los conejos, gallinas y cuánto animal había en la casa. 

En las mañanas acompañaba a mi abuelita paterna a ordeñar, ella me daba leche recién ordeñada en la tapa de la cantina, era tibia y muy rica. Cuando ella terminaba de ordeñar, trasladaba el ganado a otro pastizal. Luego nos íbamos a la casa a hacer el desayuno, por lo general se preparaba caldo de papa recién sacada, con costilla de res, cebolla y cilantro, se acompañaba con chocolate en leche, queso y arepas campesinas.

A las 10 de la mañana venía el puntal, que era una pirámide de papas saladas en un plato y terminaba con un buen trozo de carne o gallina y de tomar una totumada de guarapo dulce y ají con cebolla larga, cilantro y tomate bien picadito. 
Y a jugar..... correr, saltar, tirarnos a botes por las laderas.., en fin... éramos libres y felices.

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En la noche la cena se hacía en la estufa de leña de la cocina, como hacía tanto frío, todos nos reunimos alrededor del fogón y al terminar de comer, comenzaban las historias de duendes, brujas y leyendas.

La tertulia duraba casi hasta media noche y cuando teníamos que irnos a dormir, ya todas asustadas por las narraciones, debíamos ir a orinar al monte, porque no había baño, se¿imaginan el susto de nosotras? todo estaba muy oscuro, lo único que se veía eran las luciérnagas a las cuales les teníamos miedo ya que nos decían que eran los espíritus de los difuntos, casi siempre terminamos haciendo detrás de la casa, a pesar que nos decían que debíamos orinar lejos en el monte.

Luego corríamos a la alcoba, la cual estaba en la otra parte de la casa que era bastante alejada de la cocina. Nos metíamos en la cama y nos tapábamos totalmente de pies a cabeza.

Es agradable recordar esos momentos, fueron muy especiales.


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